martes, 28 de abril de 2009

El estilo de vida de la sociedad urbana actual ha hecho que comamos como vivimos


Jesús Contreras salpica sus reflexiones con un amplio despliegue de refranes asociados a la relación que se ha tenido con la comida en diversas épocas. "Verduras y legumbres no dan más que pesadumbres. La carne, carne cría y da alegría", era la convicción hace medio siglo, cuando los vegetales abundaban, pero un trozo de asado se veía sólo para festivos y celebraciones. "Hay lentejas: si quieres las comes y si no, las dejas", "A las 9 en casa y si no ¡a la cama sin cenar!, que esto no es un restaurant", son resabios de los tiempos en que se cenaba en familia.

Antropólogo español especializado en las prácticas alimentarias de las sociedades y director del Observatorio de la Alimentación, Contreras está en Chile invitado por el Comité Agrogastronómico de Chile, entidad coordinada por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA).

Sus intereses van desde rescatar los productos locales en la gastronomía de cada país hasta la creación de una "dieta pacífica" que podría tener su punto de partida en la isla Chiloé, así como la dieta mediterránea surgió en la isla de Creta. Pero el experto también plantea que para incidir positivamente sobre la salud de la población es importante averiguar qué está condicionando la "arriesgada" forma en que las personas se están alimentando hoy en día.

-¿Qué particularidad ve en la forma en que hoy en día nos alimentamos?

"Si bien seguimos siendo lo que comemos, hasta cierto punto, también comemos como vivimos, pues las dinámicas de la sociedad urbana suponen condicionamientos distintos a los que han existido tradicionalmente. Hoy, por ejemplo, nuestro modo de vida, en que el tiempo es el factor que más constriñe, hace que sea habitual que cada miembro de la familia almuerce y cene en horarios diferentes, cosas diferentes y en lugares diferentes. De ahí que parte importante de lo que hoy se come en las sociedades urbanas son alimentos de conveniencia (congelados, procesados, precocidos) y disminuye el de verduras y alimentos que hay que guisar o cocer".

-¿Influye esto en la creciente epidemia de obesidad?

"Decir que la obesidad ha aumentado porque ahora comemos más comidas con sodio, grasa y azúcar es, en mi opinión, una visión parcial. Podría decirse de otra manera: ha aumentado el consumo de aquellos alimentos que se pueden comer en cualquier lugar, de cualquier manera y en cualquier momento, y ha disminuido el de aquellos alimentos que deben ser cocinados y comidos en la mesa. Y esto último se debe a la escasa o nula compatibilidad de horarios entre los miembros de la familia".

- ¿De qué forma influye esto sobre la dieta de los niños?

"Hoy, además de una mayor oferta alimentaria, los niños son cada vez más prescriptores en términos de alimentación. Ellos influyen en las decisiones de compra cuando acompañan a los papás al supermercado. A esto se suma una mayor tolerancia de parte de los padres. Y en ese contexto, el papel de los gustos adquiere un rol fundamental. Antes la madre decía, 'hay lentejas. Si no las quieres para almorzar, [las tendrás] para la noche cenar y si no mañana desayunar'. Hoy cuando el niño pregunta qué hay para cenar, la madre dice 'esto, pero si no te gusta te preparo otra cosa' o '¿de postre quieres fruta o Petit Suisse (bebida láctea)'. Y eso tiene que ver también con que el tiempo que pasan juntos padres e hijos a veces es tan limitado, que a pesar de que saben qué es lo más sano para sus hijos, ellos mismos conceden, y dicen 'bueno, en ese rato no vamos a estar peleando' ".

-¿Qué otros elementos se conjugan?

"La pérdida del aprendizaje culinario que antes pasaba de madre a hija, y que se ha interrumpido con la mayor escolarización y participación laboral de la mujer. Esa ruptura reduce las posibilidades de que las familias tengan en casa una alimentación que sea saludable en sus ingredientes y al mismo tiempo más apetecible o gustosa".



-¿Hay alguna salida frente a todo este escenario?

"No es fácil modificar los horarios escolares, de oficina, etc. Eso requiere una flexibilidad laboral o de ingresos que sólo tienen unos privilegiados. Para diseñar un plan que mejore el bienestar de la sociedad es necesario tener en cuenta la cantidad de interrelaciones que tiene este fenómeno y hacer un pacto que involucre a todos los sectores".


Pensar la comida en platos, no en porcentajes

"No hay que aumentar la educación nutricional, la gente ya sabe qué alimentos son saludables y cuáles no. Pero lo que hay que hacer es que esos conocimientos que se tienen puedan ser aplicados", sostiene Jesús Contreras.

A juicio del antropólogo, sin embargo, los expertos en nutrición no siempre facilitan las cosas. "Un error que muchos cometen es no ponerse en el lugar de las personas no expertas que han de aplicar sus recomendaciones. Por ejemplo, 'hay que consumir 2.700 calorías diarias. El 25% en el desayuno, 35% en el almuerzo'... ¿Qué significa eso? ¿Cómo se traduce a las personas que preparan alimentos y toman las decisiones alimentarias? Si no es fácil de entender, tampoco será fácil cumplirlo".

"Nosotros no comemos alimentos, comemos platos, entonces las recomendaciones debieran ser más coherentes con la forma en que estamos acostumbrados a pensar la comida", propone.

Finalmente, comer bien o más sano no tiene por qué ser una utopía. "La gente puede mejorar su alimentación a veces sin necesidad de dedicar mucho tiempo a la cocina. Dejándose guiar un poco menos por sus gustos y apetencias y guiándose más por los conocimientos que en principio tiene", concluye Contreras.

Grupo 10
Maria Francisca Bustamante
Maria Jose Figueroa
Marisol Soto
Valentina Escudero


fuente: www.emol.cl
fecha: 24 / 10 / 08

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